Ser emprendedor es distinto de ser empresario
Inti Núñez /2016
Desde hace un año se ha
instalado un cierto tema respecto de ¿Cuál es la real diferencia entre el
término de moda “emprendedor” frente al clásico “empresario”? -término que, hoy
por hoy, parece estar a la baja en el aprecio de la sociedad.
Así, algunos han dicho
que sólo es una diferencia producida por la madurez, es decir, al iniciar la
empresa todos son emprendedores y al ir estableciendo un negocio maduro todo
emprendedor migra a empresario, u otros por la naturaleza de las funciones y
que conviven, es decir, el inicio de los temas, el establecimiento de cosas, la
toma de las decisiones en lo nuevo, es emprendimiento, a diferencia del día a
día del negocio, la labor empresarial, y que en la medida que los negocios
evolucionan todo gestor es un poco de ambos-.
Pues bien, en mi opinión,
no son lo mismo. Estás definiciones se refieren a la forma de gestionar, la
cultura de actuación de los individuos en el ámbito de los negocios, que los definen
como uno u otro. Jobs era un emprendedor. Arthur Rock y John Sculley eran
empresarios[1].
William Crapo “Billy”
Durant fue un gran emprendedor de la industria temprana del automóvil. Dejo la
educación secundaria para liderar una empresa de transporte tirada por caballos,
pero de ahí paso a trabajar y luego asumir como CEO de Buick, en rápidos
movimientos, llego a sumar a Oldsmobile, el actual Pontiac y Cadillac. Fundo
Chevrolet, y luego fue capaz de tomar el control de General Motors en 1915.
Todos quienes conocen
algo del mundo de enseñanza de negocios de los Estados Unidos ubican el nombre
Alfred P. Sloan. Ya sea por la escuela de negocios de MIT, el Sloan Fellow -Maestría
negocios de media carrera-, u otras tantas becas que llevan su nombre. Sloan
fue un hombre de negocios que ascendió a través de posiciones ejecutivas, donde
es recordado y reconocido por ejercer la presidencia de General Motors por más
de 30 años, convirtiendo a la empresa en un líder industrial por 70 años.
Dentro de los avances que hizo para ganar dicha posición estuvo la
obsolescencia programada.
¿Que hay en esta
historia? ¿Por qué se volvió importante? Se vuelve relevante porque Billy
Durant hizo malas apuestas, arriesgo al inicio de la gran depresión, y termino
administrando un club de billar y su viuda viviendo sus últimos años de una
pensión pagada por mandato de Alfred P. Sloan desde General Motors. Similar
caso de Tesla quien en sus años finales fue ayudado por J. P. Morgan, quien
además compró todas sus patentes y escritos, retirándolos del dominio público. En
base a estos caso y durante el siglo XX se fue construyendo la imagen de
emprendedores alocados –Howard Hughes o Preston Tucker-, tomadores de malas
decisiones, y que ponían en riesgo el logro de la sociedad, haciendo deseable y
buena la llegada de los conocedores de negocios, de los preparados, los
técnicos, los reales empresarios que supieran hacer grandes a estas empresas.
Hacia el 2000, la
revisión tomó mucha relevancia en el contexto de un caso que se ha vuelto
paradigmático, la salida y luego el triunfal regreso de Jobs a Apple. Es decir,
el emprendedor -el loco-, se va porque es parte del problema (como Tesla y
Durant). Sin embargo luego la empresa pierde un 95 % de su valor en bolsa. En
una jugada arriesgada y desesperada, se pide la vuelta del creativo, quien al
retomar las ideas de innovación que pregona, y en pocos años, vuelve a su
empresa la de mayor valorización de la historia.
Entonces corresponden las
preguntas ¿Es esta época distinta? ¿Cambio definitivamente la velocidad y
dinámica de los negocios? ¿Se pierde la economía de algo por este castigo a los
que crean, a los innovadores? ¿Son capaces los empresarios de asumir el riesgo
necesario para innovar?
Si bien el economista
Joseph Schumpeter ya había descrito algo del fenómeno, al señalar que en el
desarrollo de los países había una primera fase liderada por emprendedores,
individuos, y que en una segunda etapa este liderazgo era cedido a las
corporaciones, es el profesor de Harvard Clayton Christensen, quien el año 1997
en su libro “El Dilema del Innovador” propone una curva donde las nuevas
entrantes, los emprendimientos, en innovaciones disruptivas, superan el rango
de performance de las empresas incumbentes. Esta curva se asimila a la curva
“S” de marketing, y que también utiliza el profesor de MIT James Utterback para
describir trayectorias de empresas innovadoras. En estas curvas, se señala, que
en la primera fase –desarrollo- y en los inicios de la segunda –crecimiento
temprano-, es donde es mejor gestionado por organizaciones innovadoras –fase de
exploración-, pero que en la segunda fase, de crecimiento tardío y maduración,
las ventajas en el liderazgo es de la gestión empresarial –fase de
explotación-.
Ante esto, la postura de
Steve Jobs era que las empresas líderes del mañana sólo debían concentrarse en
permanecer en las fases de exploración, innovación, y delegar a los seguidores
las fases de madurez y baja renta, y que por esto debían invertir en innovar y
sólo centrarse en la disrupción. Es decir, volviendo a su caso, en su opinión el
gran error de Apple, antes de su salida, fue seguir invirtiendo en un modelo no
disruptivo, prolongar y sentirse cómodo en la fase de madurez- no jugárselas
por MAC, en desmedro de Apple II-, y así dejarse apabullar por el avance
innovador de Microsoft –liderada por un emprendedor[2].
Estudios muestran
diferencias reales de comportamiento entre fundadores-gerente y profesionales-gerente,
en particular en la administración de emprendimientos tecnológicos: consideraciones
para la inversión en I+D, importancia de la innovación para la plana ejecutiva,
capacidad de reconocer oportunidades en la tecnología central, compromiso de
largo plazo, etc. Es decir, en la esencia la diferencia es de comportamiento,
no respecto de la función que ejercen o lo que hacen, como los famosos personajes
románticos franceses de capa y espada[3] dejaban entrever “ser
poeta es actitud –forma de vida- no publicar un libro de poemas”. Entonces, los
emprendedores tendrían una actitud proclive a la innovación, al descubrimiento,
y los empresarios, a la renta.
Pero y ¿Qué puede
implicar este hecho para las políticas públicas de emprendimiento dinámico e
innovación? Lo obvio, que para tener un sistema de innovación sano, es bueno
que exista un equilibrio de fuerzas entre emprendedores y empresarios. Es
decir, que exista el espacio para defender las ideas emprendedoras. Esto que
puede parecer simple, no lo ha sido. En nuestro país, en general existe una
escasa diferenciación, y las ideas más empresariales se ha impuesto ampliamente
en los diseños de política, en la conformación de comités, en las redes de
soporte. Sólo basta ver las dificultades para bancarizar emprendimientos, el
costo de capital, las dificultades en los trámites municipales, y el esfuerzo
de innovación nacional[4], para corroborar que hay
un gran espacio para avanzar.
Y ¿Por qué avanzar?
Porque es relevante para todos, para la sociedad. El avance en innovación, el
aumento de productividad, es muy importante como puente al deseado desarrollo,
y las emprendedoras y emprendedores son participantes claves en la construcción
de ese puente. No fomentar la cultura que los crea, no proteger adecuadamente
su expresión - impacto, o tener políticas que los vayan apagando, va mermando
nuestras posibilidades de crecer. El camino de los países al desarrollo
preferentemente se ha hecho montado sobre nuevas iniciativas, de la mano de los
David y dejando de servir a los Goliath.
Una última reflexión. La
economista Carlota Pérez quien ha descrito las oleadas tecnológicas, afirma que
cada 40 a 60 años, una tecnología desplaza a otra y con esto cambian todos los
paradigmas institucionales, las formas de producción, este hecho abre
oportunidades y amenazas, y decide ganadores y perdedores entre las economías.
Luego de una crisis financiera, la ola de la nueva tecnología avanza y se
asienta, quienes se suben de buena forma a través de sus innovaciones prosperan,
y quienes van tarde y no se han preparado retroceden[5][6]. En estas épocas de
cambio, más que en otras, el liderazgo innovador es vital.
No es lo mismo ser
emprendedor que empresario. Hacer la diferencia puede ser crucial en la
construcción de nuestro futuro.
[1]
Hace referencia al caso de Apple del
año 1985, donde Arthur Rock Presidente de Apple y John Sculley CEO deciden
despedir a Steve Jobs.
[2]
Esto
es el dilema del cual habla Dyer et al en The Innovator’s DNA sobre las
habilidades de Discovery v/s Delivery Un buen ejemplo de sana convivencia es la
alternancia en Google entre Larry Page y Eric Schmidt. Larry Page deja la
gerencia de Google en 2001, asumiendo Schmidt y la empresa despega en parte no
menor por las capacidades de gestión (delivery)
de Schmidt. Después, nuevamente Page vuelve a asumir como CEO en 2011 –y
Schmidt pasa a la Presidencia-, y coincide con el crecimiento de Google en
ámbitos no relacionados con su negocio core, como salud y transporte (discovery). Aporte del Profesor Pablo
Catalán, UdeC.
[3] Nos referimos a Aramis, Cyrano, etc.
[4]
El esfuerzo en innovación anual es
el gasto como porcentaje del PIB de gasto público y privado en Innovación, que
en el caso de Chile alcanza a sólo un 0,45% del PIB anual, menos de la mitad de
lo recomendado.
[5]
Respecto de esto hay diversos
ejemplos históricos. Un retroceso notable es el de China con el ferrocarril, de
pasar de ser una economía relevante fue desplazada por Europa en pocas décadas.
[6]
Carlota Pérez – quien colabora en
las universidades de Cambridge y Sussex- señala que estamos viviendo la crisis
financiera que antecede a la expansión de las tecnologías de información y la
biotecnología.