miércoles, 22 de junio de 2016

Ser emprendedor es distinto de ser empresario

Inti Núñez /2016


Desde hace un año se ha instalado un cierto tema respecto de ¿Cuál es la real diferencia entre el término de moda “emprendedor” frente al clásico “empresario”? -término que, hoy por hoy, parece estar a la baja en el aprecio de la sociedad.

Así, algunos han dicho que sólo es una diferencia producida por la madurez, es decir, al iniciar la empresa todos son emprendedores y al ir estableciendo un negocio maduro todo emprendedor migra a empresario, u otros por la naturaleza de las funciones y que conviven, es decir, el inicio de los temas, el establecimiento de cosas, la toma de las decisiones en lo nuevo, es emprendimiento, a diferencia del día a día del negocio, la labor empresarial, y que en la medida que los negocios evolucionan todo gestor es un poco de ambos-.

Pues bien, en mi opinión, no son lo mismo. Estás definiciones se refieren a la forma de gestionar, la cultura de actuación de los individuos en el ámbito de los negocios, que los definen como uno u otro. Jobs era un emprendedor. Arthur Rock y John Sculley eran empresarios[1].

William Crapo “Billy” Durant fue un gran emprendedor de la industria temprana del automóvil. Dejo la educación secundaria para liderar una empresa de transporte tirada por caballos, pero de ahí paso a trabajar y luego asumir como CEO de Buick, en rápidos movimientos, llego a sumar a Oldsmobile, el actual Pontiac y Cadillac. Fundo Chevrolet, y luego fue capaz de tomar el control de General Motors en 1915.

Todos quienes conocen algo del mundo de enseñanza de negocios de los Estados Unidos ubican el nombre Alfred P. Sloan. Ya sea por la escuela de negocios de MIT, el Sloan Fellow -Maestría negocios de media carrera-, u otras tantas becas que llevan su nombre. Sloan fue un hombre de negocios que ascendió a través de posiciones ejecutivas, donde es recordado y reconocido por ejercer la presidencia de General Motors por más de 30 años, convirtiendo a la empresa en un líder industrial por 70 años. Dentro de los avances que hizo para ganar dicha posición estuvo la obsolescencia programada.

¿Que hay en esta historia? ¿Por qué se volvió importante? Se vuelve relevante porque Billy Durant hizo malas apuestas, arriesgo al inicio de la gran depresión, y termino administrando un club de billar y su viuda viviendo sus últimos años de una pensión pagada por mandato de Alfred P. Sloan desde General Motors. Similar caso de Tesla quien en sus años finales fue ayudado por J. P. Morgan, quien además compró todas sus patentes y escritos, retirándolos del dominio público. En base a estos caso y durante el siglo XX se fue construyendo la imagen de emprendedores alocados –Howard Hughes o Preston Tucker-, tomadores de malas decisiones, y que ponían en riesgo el logro de la sociedad, haciendo deseable y buena la llegada de los conocedores de negocios, de los preparados, los técnicos, los reales empresarios que supieran hacer grandes a estas empresas.

Hacia el 2000, la revisión tomó mucha relevancia en el contexto de un caso que se ha vuelto paradigmático, la salida y luego el triunfal regreso de Jobs a Apple. Es decir, el emprendedor -el loco-, se va porque es parte del problema (como Tesla y Durant). Sin embargo luego la empresa pierde un 95 % de su valor en bolsa. En una jugada arriesgada y desesperada, se pide la vuelta del creativo, quien al retomar las ideas de innovación que pregona, y en pocos años, vuelve a su empresa la de mayor valorización de la historia.

Entonces corresponden las preguntas ¿Es esta época distinta? ¿Cambio definitivamente la velocidad y dinámica de los negocios? ¿Se pierde la economía de algo por este castigo a los que crean, a los innovadores? ¿Son capaces los empresarios de asumir el riesgo necesario para innovar?

Si bien el economista Joseph Schumpeter ya había descrito algo del fenómeno, al señalar que en el desarrollo de los países había una primera fase liderada por emprendedores, individuos, y que en una segunda etapa este liderazgo era cedido a las corporaciones, es el profesor de Harvard Clayton Christensen, quien el año 1997 en su libro “El Dilema del Innovador” propone una curva donde las nuevas entrantes, los emprendimientos, en innovaciones disruptivas, superan el rango de performance de las empresas incumbentes. Esta curva se asimila a la curva “S” de marketing, y que también utiliza el profesor de MIT James Utterback para describir trayectorias de empresas innovadoras. En estas curvas, se señala, que en la primera fase –desarrollo- y en los inicios de la segunda –crecimiento temprano-, es donde es mejor gestionado por organizaciones innovadoras –fase de exploración-, pero que en la segunda fase, de crecimiento tardío y maduración, las ventajas en el liderazgo es de la gestión empresarial –fase de explotación-.

Ante esto, la postura de Steve Jobs era que las empresas líderes del mañana sólo debían concentrarse en permanecer en las fases de exploración, innovación, y delegar a los seguidores las fases de madurez y baja renta, y que por esto debían invertir en innovar y sólo centrarse en la disrupción. Es decir, volviendo a su caso, en su opinión el gran error de Apple, antes de su salida, fue seguir invirtiendo en un modelo no disruptivo, prolongar y sentirse cómodo en la fase de madurez- no jugárselas por MAC, en desmedro de Apple II-, y así dejarse apabullar por el avance innovador de Microsoft –liderada por un emprendedor[2].

Estudios muestran diferencias reales de comportamiento entre fundadores-gerente y profesionales-gerente, en particular en la administración de emprendimientos tecnológicos: consideraciones para la inversión en I+D, importancia de la innovación para la plana ejecutiva, capacidad de reconocer oportunidades en la tecnología central, compromiso de largo plazo, etc. Es decir, en la esencia la diferencia es de comportamiento, no respecto de la función que ejercen o lo que hacen, como los famosos personajes románticos franceses de capa y espada[3] dejaban entrever “ser poeta es actitud –forma de vida- no publicar un libro de poemas”. Entonces, los emprendedores tendrían una actitud proclive a la innovación, al descubrimiento, y los empresarios, a la renta.

Pero y ¿Qué puede implicar este hecho para las políticas públicas de emprendimiento dinámico e innovación? Lo obvio, que para tener un sistema de innovación sano, es bueno que exista un equilibrio de fuerzas entre emprendedores y empresarios. Es decir, que exista el espacio para defender las ideas emprendedoras. Esto que puede parecer simple, no lo ha sido. En nuestro país, en general existe una escasa diferenciación, y las ideas más empresariales se ha impuesto ampliamente en los diseños de política, en la conformación de comités, en las redes de soporte. Sólo basta ver las dificultades para bancarizar emprendimientos, el costo de capital, las dificultades en los trámites municipales, y el esfuerzo de innovación nacional[4], para corroborar que hay un gran espacio para avanzar.

Y ¿Por qué avanzar? Porque es relevante para todos, para la sociedad. El avance en innovación, el aumento de productividad, es muy importante como puente al deseado desarrollo, y las emprendedoras y emprendedores son participantes claves en la construcción de ese puente. No fomentar la cultura que los crea, no proteger adecuadamente su expresión - impacto, o tener políticas que los vayan apagando, va mermando nuestras posibilidades de crecer. El camino de los países al desarrollo preferentemente se ha hecho montado sobre nuevas iniciativas, de la mano de los David y dejando de servir a los Goliath.

Una última reflexión. La economista Carlota Pérez quien ha descrito las oleadas tecnológicas, afirma que cada 40 a 60 años, una tecnología desplaza a otra y con esto cambian todos los paradigmas institucionales, las formas de producción, este hecho abre oportunidades y amenazas, y decide ganadores y perdedores entre las economías. Luego de una crisis financiera, la ola de la nueva tecnología avanza y se asienta, quienes se suben de buena forma a través de sus innovaciones prosperan, y quienes van tarde y no se han preparado retroceden[5][6]. En estas épocas de cambio, más que en otras, el liderazgo innovador es vital.

No es lo mismo ser emprendedor que empresario. Hacer la diferencia puede ser crucial en la construcción de nuestro futuro.




[1] Hace referencia al caso de Apple del año 1985, donde Arthur Rock Presidente de Apple y John Sculley CEO deciden despedir a Steve Jobs.
[2] Esto es el dilema del cual habla Dyer et al en The Innovator’s DNA sobre las habilidades de Discovery v/s Delivery Un buen ejemplo de sana convivencia es la alternancia en Google entre Larry Page y Eric Schmidt. Larry Page deja la gerencia de Google en 2001, asumiendo Schmidt y la empresa despega en parte no menor por las capacidades de gestión (delivery) de Schmidt. Después, nuevamente Page vuelve a asumir como CEO en 2011 –y Schmidt pasa a la Presidencia-, y coincide con el crecimiento de Google en ámbitos no relacionados con su negocio core, como salud y transporte (discovery). Aporte del Profesor Pablo Catalán, UdeC.
[3] Nos referimos a Aramis, Cyrano, etc.
[4] El esfuerzo en innovación anual es el gasto como porcentaje del PIB de gasto público y privado en Innovación, que en el caso de Chile alcanza a sólo un 0,45% del PIB anual, menos de la mitad de lo recomendado.
[5] Respecto de esto hay diversos ejemplos históricos. Un retroceso notable es el de China con el ferrocarril, de pasar de ser una economía relevante fue desplazada por Europa en pocas décadas.
[6] Carlota Pérez – quien colabora en las universidades de Cambridge y Sussex- señala que estamos viviendo la crisis financiera que antecede a la expansión de las tecnologías de información y la biotecnología.