domingo, 17 de mayo de 2009

¿Por qué la experiencia de Colo Colo nos sugiere la necesidad de contar con Centros de Transferencia Tecnológica de clase mundial?

Articulo escrito con Patricio Feres a proposito del sistema de transferencia chileno. Junio 16 de 2008.

La innovación es el mecanismo que permitirá a Chile saltar del grupo de países de ingresos medios al grupo de países desarrollados. Este no es un desafío menor ya que esto implicaría la necesidad de duplicar el ingreso per cápita en los próximos 15 a 20 años, lo que equivale a tener un crecimiento cercano al 5% anual. De acuerdo a diversos estudios económicos, el aporte a este crecimiento que debe venir de la innovación es cercano al 2%, el doble del aporte que se estima proviene por este concepto actualmente. Dado esto y la etapa en que se encuentra la economía chilena no basta con seguir haciendo más de lo mismo. Es cierto, se ha avanzado bastante en los últimos años, se ha duplicado el presupuesto de CONICYT desde el 2004 y se han multiplicado por 5 las personas que estudian doctorados en el extranjero, lo cual ha permitido fortalecer la investigación básica, se ha triplicado el presupuesto de Innova Chile desde el 2005 permitiendo el aumento considerable de los esfuerzos de desarrollo de las empresas, entre otros. Para esta fase, se tiene que lograr un fuerte cambio en la pendiente con las que las políticas de innovación aportan al desarrollo de Chile, es decir, requerimos un punto de inflexión que permita acelerar la incorporación de Chile al grupo de países en que el conocimiento es parte central de su estrategia de desarrollo.

Para aprovechar los avances logrados, en Chile se tienen que desarrollar instituciones que hagan el ‘puente’ entre la producción de conocimiento y las empresas.  Éste es uno de los principales temas en los diagnósticos hechos al país desde la OCDE y el Banco Mundial. También estos diagnósticos reconocen la importancia de instituciones como la Fundación Chile, que si bien opera como puente, es sólo una y además constantemente tiene problemas presupuestarios. Chile requiere instituciones como el sistema de oficinas de transferencia tecnológica de las mejores universidades norteamericanas, o los centros tecnológicos especializados en esta labor como el Instituto Fraunhofer que cuenta con más de 50 centros en Alemania (una buena noticia es que aparentemente se instalaría pronto en Chile).

¿De qué estamos hablando? De institucionalidad compleja, que sume los esfuerzos y competencias de los centros generadores de conocimiento (escuelas de ingeniería y ciencias de la vida, centros tecnológicos), de oficinas de propiedad intelectual (inexistentes en muchas universidades y centros tecnológicos), de incubadoras de negocios y la conexión con fondos de inversión; hablamos de profesionales del más alto nivel, de instituciones especializadas, robustas, en red y globales.

¿Cómo explicarlo? Pues bien, sabia Ud. que Colo Colo vendió en estos 3 últimos años casi US$ 33 millones en jugadores, cifra nunca antes alcanzada por nuestro futbol, y ¿a qué se debe? A que hoy es una institución –una S.A.- compleja, con estrategia de negocios, con un sistema de gobernabilidad transparente y competitivo, que es capaz de generar estrategias de venta, ser contraparte de clubes internacionales, programar la salida de jugadores, entre otras. Cuando no existe un Colo Colo (o un club deportivo complejo y sofisticado) terminamos vendiendo nuestros mejores jugadores muy por debajo de su valor de mercado, como por ejemplo Zamorano, vendido por sólo US$ 800 mil al Saint Gallen de Suiza muy lejos de los US$ 9 millones en que Matías Fernández fue vendido al Villarreal de España.

Desde hace algunos años que Chile produce buenos jugadores (basta con recordar los logros de las selecciones menores), al mismo tiempo en Chile se genera “buen” conocimiento pero al igual que en el fútbol, en ausencia de instituciones complejas, en este caso de comercialización y transferencia tecnológica, los mejores desarrollos son vendidos a fondos de capital de riesgo extranjeros y la riqueza de esas empresas se desarrolla afuera. Así fue como Gemelos.com -quizás uno de los mejores start up de la época de internet en Chile-, termino con sólo un 1% de propiedad chilena alojado en Brasil, así también muchos de los mejores desarrollos en biotecnología han sido invertidos por fondos de capital de riesgo en Nueva York.

Actualmente, en el sistema público existen diversos instrumentos que benefician la transferencia, pero tienen una alta dispersión. Por ejemplo el sistema de apoyo al emprendimiento está compuesto por una seguidilla de contratos de bajo monto y de altos tiempos de tramitación que atentan contra el establecimiento de rutinas, ciclos de aprendizaje y creación y mantención de talentos al interior de las organizaciones (además de atentar contra –paradojalmente – el emprendimiento con todos los requisitos en las postulaciones). Por otra parte, existen grants asignados a través de proyectos de innovación, donde se repite lo anterior respecto de los aprendizajes y creación de mecanismos que logren acumular capital humano. Un problema adicional en este caso es que quien está a cargo del diseño de los mecanismos de comercialización y transferencia son los investigadores jefes de los proyectos de I+D, donde está ampliamente probado que no son los más idóneos para configurar los mecanismos más adecuados de comercialización. De hecho en los centros con mayor prestigio en el mundo, los profesionales encargados de la comercialización de tecnologías no son académicos ni investigadores, si no que profesionales (que pudiendo venir del mundo académico) se han especializado en la gestión de tecnologías, en negocios y en propiedad intelectual. Por otro lado, el gasto anual en estos programas es importante, y está altamente concentrado (lo cual es bueno, pues esta actividad tiene fuertes economías de escala), sin embargo, el financiamiento esta tremendamente subdividido en numerosos contratos y burocracias, que no ayudan en nada a que el país compita.

El fin último de una buena política de innovación, es generar nuevos sectores sofisticados o tecnológicos que se sumen en la diversificación productiva (como el salmón, en el cual colaboró Fundación Chile). Sin una base robusta de Centros de Comercialización y Transferencia Tecnológica perdemos la posibilidad de dejar mayor riqueza, a partir de nuestras mejores ideas, en el país. Convenzámonos, necesitamos 7 Fundaciones Chile. ¿Cuesta mucho? No, para nada. Las actividades de comercialización en sistemas de innovación maduros no alcanzan al 5% del total del gasto público, así en Chile reasignando programas o creando un programa de financiamiento directo a algunos centros, fácilmente podemos crear 6 o 7 instituciones similares a Fundación Chile (además de apuntalar a esta), ¿Cómo? En base a convenios de desempeño o block grants a la comercialización y transferencia tecnológica. Una primera medida sería desarrollar un sistema de indicadores que permita medir las actividades y resultados de la comercialización y transferencia de tecnologías. Este sistema debe ser transparente, público y debe incluir una fórmula que permita ranquear las distintas instituciones de manera de que se promueva la competencia entre los distintos actores.  Un segundo paso debe ser la generación de un instrumento que permita financiar las actividades de comercialización y transferencia de tecnología, en base a convenios de desempeño dependientes del sistema de indicadores previamente creado.  Este instrumento debe dar una señal de largo plazo, por ejemplo 9 años, donde cada 3 años se recalcula la fórmula y se vuelve a ranquear a las instituciones participantes, de manera de ajustar los montos para el periodo siguiente. Debe ser un esquema flexible en el que participen universidades públicas y privadas, además de aquellos institutos públicos especializados de alto potencial. A nuestros diseñadores e implementadores de políticas de innovación les recomendamos el caso inglés o el de Israel que resulta bastante iluminador en este tema.

Para dar el próximo paso al desarrollo, Chile necesita de la innovación y alcanzar niveles de competitividad global. Aunque nos cueste decirlo, como hinchas de otro equipo, aprendamos por una vez de las buenas prácticas como las de Colo Colo. Ya no se necesitan políticas sólo ‘comparsa’ que llenen de ‘chiches’ el entorno; se necesitan políticas que acompañen a los sectores con mayores posibilidades de competir globalmente; y para esto instituciones complejas que le hagan el ‘peso’ a nuestro salmón, fruta y cobre; sino, toda la política y el actual esfuerzo serán sólo anécdota. 

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